Herminia psicologia

Vivir con ansiedad anticipatoria es no poder respirar

Es sentir que la incertidumbre y la preocupación te roban el aire.

Tu mente corre más rápido que el presente, pero no para ayudarte… sino para mostrarte los peores escenarios.

Es quedar atrapados en un bucle donde todo lo que podría salir mal… ya está ocurriendo en tu cabeza.

Tu cuerpo lo siente como si fuera real: temblores, taquicardias, sudoración, nudo en el estómago.

La ansiedad anticipatoria no solo desgasta, también paraliza.

Si lo explicamos simple: es cuando la mente intenta predecir el futuro, pero desde el miedo.

Nos volvemos expertos en imaginar catástrofes antes de que algo suceda.

¿Y por qué lo hacemos?

Porque el ser humano necesita control. Porque no toleramos la incertidumbre. Nos genera angustia, nos desborda.

Así, situaciones cotidianas como una entrevista, un examen o pensar en cómo pagar las cuentas pueden llevarnos a un estado de alerta permanente.

Ese estado no nos prepara: nos bloquea, nos apaga.
Nuestro cerebro, además, no ayuda.

Se guía más por la emoción que por la lógica.

Y ante lo desconocido, dispara señales de alarma.

La amígdala cerebral activa todo un cóctel químico que alimenta el miedo.

Hay personas con cerebros más sensibles a la incertidumbre.

Son más reactivas, más vulnerables a desarrollar este tipo de ansiedad.

Vivir así es vivir en una antesala del desastre. Nada parece seguro. Nada parece posible.

Aparece la inseguridad, la tristeza por sentirnos indefensos, la rabia por no saber qué hacer.

Los pensamientos se vuelven obsesivos, negativos, irreales.
Y en medio de todo eso… se nos olvida algo fundamental:

Tener miedo es humano.

Dejar que el miedo gobierne tu vida, no.

Podemos aprender a gestionarlo. No será fácil, pero es posible. Paso a paso. Con consciencia. Con apoyo.